La sonrisa aparece en los bebés de forma temprana y aunque en un principio la experimentan por imitación (es por ello que en los hogares en los que los adultos ríen más, los bebés aprenden a reír antes), después ya lo realizan por sí mismos de forma mucho más habitual que en el caso de los adultos. De hecho, de entre cada 15 y 100 veces al día que ríe de media, un adulto, lo puede hacer hasta 300 veces un bebé.

La risa es positiva, ya no sólo a nivel psicológico, pues expresa un estado de ánimo de felicidad, sino también a nivel físico”. En este sentido se señala que reír, o incluso sonreír, “estimula la liberación de endorfinas que intervienen de forma beneficiosa en el sistema inmunológico, creando más defensas ante posibles enfermedades, provoca relajación e interviene en la receptividad del niño ante estímulos, que es mayor en un niño risueño”.
La sonrisa, presente en el recién nacido especialmente a partir de las cinco semanas de vida, forma parte de su desarrollo afectivo, y es a través de ella que expresa sus emociones y se comunica con los demás para obtener afecto, y es a partir de los ocho meses cuando ya ríe, aunque todavía de manera breve e incompleta, como respuesta a algún estímulo sensorial, como un ligero soplido en la oreja o al hacerle cosquillas.
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