Puede definirse el “niño difícil” como un personaje inquieto, incordiante, que hace siempre de las suyas, que no obedece y se escapa de las manos, que altera continuamente la armonía familiar y la tranquilidad del aula escolar, poniendo a padres y educadores al borde de un ataque de nervios.
¿Qué origina un carácter difícil? Nadie sabe con exactitud su causa aunque se barajan diversas posibilidades tales como herencia, nutrición, alergias, etc. algunas de ellas comprobadas científicamente.
En los niños difíciles muy activos el control de los impulsos suele ser escaso, siendo habitual en ellos las alteraciones del sueño, retrasos en el control de la vejiga y, a veces, alteraciones en el desarrollo del lenguaje y de las capacidades de aprendizaje (ser niño difícil no tiene relación con el nivel de inteligencia). Es curioso que muchos de estos niños dan la impresión de ser muy tensos y al mismo tiempo asustadizos.
De todas maneras, una cosa es evidente, y es que estos niños difíciles lo pasan mal, pues tienden a quedar atrapados en ciertos esquemas de comportamiento (círculos viciosos), pero eso también les sucede a los padres y a los educadores cuando responden a su comportamiento difícil. Debido a su manera de comportarse, los niños difíciles crean un “efecto de propagación” en su entorno. Al igual que una piedra lanzada a un estanque, el impacto del niño se extiende en círculos cada vez más amplios, que afectan en este orden: a su madre o cuidador habitual, al resto de la familia, a su entorno, a sus parientes, vecinos, compañeros y escuela (aunque los efectos son también cada vez más pequeños a medida que los círculos van extendiéndose más y más).
Por otra parte, los niños difíciles y sus familiares y maestros sufren un “efecto de desgaste”. Como resultado de la fricción continua entre el niño difícil y su entorno, el pequeño desarrolla ciertos problemas secundarios tales como ser más miedoso que otros niños de su edad, tener pesadillas frecuentes, mostrarse siempre enfadado con expresión de infelicidad, etc. El niño difícil no se gusta a sí mismo e incluso es posible que llegue a decir, bien convencido: “Soy malo”.
Para manejar a un niño difícil es conveniente poner todos los medios necesarios para establecer una buena sintonía emocional, es decir, hay que aceptarlo tal como es (con sus virtudes y sus defectos), procurando estar cómodos con su trato, comprendiendo su forma de ser e intentando con dulzura y cariño modificar paulatinamente sus conductas anómalas que crean rechazo en el entorno.
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