“Es un tirano”- Es más bien cierto (sin necesidad de acceder a datos estadísticos al respecto) que los profesionales de la salud infantil estamos seguros de que el colectivo de niños tiranos va en aumento día a día. Siempre consentidos y voraces consumistas los niños en general tienen exceso de poder.
Las causas de ello radican principalmente en varios factores del entorno inmediato del niño tales como claudicación en el ejercicio parental de los progenitores, poco tiempo de dedicación por parte de los padres, sentimiento de autoculpabilidad de los matrimonios en situaciones de estrés (ausencias prolongadas, separación, divorcio, enfermedades, etc.).
El niño que es aprendiz de tirano, va tomando el pulso a las debilidades familiares y tomando puntual nota de los lugares sensibles en que debe incidir: rabietas espectaculares, rechazos de alimento, despertares dramáticos, simulación de enfermedades, apariencia de víctima, etc. Pronto aprende que con sus desconcertantes conductas todo el mundo en su entorno está pendiente de él y que poniendo el adecuado énfasis en sus actuaciones, consigue todo lo que él desea.
Sin embargo, en ocasiones se comporta totalmente distinto dentro y fuera de casa. Así, en la escuela se comporta tímidamente, temeroso y retraído, con un comportamiento sumiso costándole el hacer amigos, puesto que como no ha aprendido a competir adecuadamente con niños de su edad, trata de dominarlos como hace con los adultos de su familia y rápidamente es rechazado.
Habiendo aprendido sólo a recibir el niño tirano, no sabe dar, y le cuesta trabajo establecer amistades. Así pues, es un niño básicamente inseguro cuando está fuera del entorno hogareño y plenamente seguro dentro de la “controlada” familia (pues hace y deshace a voluntad), es decir en casa es el típico caprichoso, desobediente, rebelde y dictador con padres, hermanos, abuelos y demás parientes.
Estos niños tiranos y despóticos pueden llegar a amargar la vida de los padres los cuales acabarán discutiendo entre ellos sobre la mejor manera de educarles (pudiendo en algunas ocasiones conseguir que el matrimonio llegue al borde de una crisis) u otras veces claudicando respecto a decisiones personales o de pareja que habían proyectado con anterioridad (por ejemplo, la cena fuera de casa que se cancela ante la imponente rabieta del niño alegando que no quiere quedarse solo).A estos desorientados progenitores, los consejos del especialista en terapia familiar pueden reequilibrar la anómala jerarquía de la familia, colocando al niño en el justo lugar en que debe estar en la estructura familiar.
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