Durante el primer año de vida y especialmente durante los primeros meses el lactante no debe emplearse almohada alguna (y más si es gruesa) por el riesgo de sofocación (asfixia) si se ponen boca abajo , asociado a un mayor peligro de muerte súbita que ello supone.Por otra parte debido a que el cuello de los bebés es mas corto se hallan más cómodos durmiendo sobre una superfcie plana (puesto que la almohada les obliga a adoptar una postura un tanto forzada de su cabeza inclinandola demasiado hacia el pecho).
Ahora bien, en caso de utilizarla es imprescindible ésta sea plana, con agujeros de ventilación y tenga escasa altura (2-4 cm. como máximo) para que la cabeza y el cuerpo reposen en el mismo eje.
Es a partir de los dos años y coincidiendo con el paso de la cuna a la cama , de que el riesgo de muerte súbita es muy bajo y el que la cabeza del niño esta ya mas proporcionada, es el momento de colocar una almohada (preferiblemente de fibra sintética) procurando que no sea ni muy grande ni muy blanda. Es conveniente evitar las almohadas de pluma o lana y aquellas fabricadas para los adultos.
Existen ciertas almohadas especialmente diseñadas para los primeros meses que aseguran la correcta posición de la cabeza para que el niño respire fácilmente y esté más seguro si tiene alguna regurgitación durante el sueño. Las conocidas como antiahogo son aquellas expresamente diseñadas para que circule el aire en su interior.
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