Existen adolescentes que quizás no sirven para cursar estudios universitarios u oficios altamente cualificados pero “si dan para más” si sabemos ubicarlos en el trabajo más acorde con sus posibilidades.
Una de las situaciones que puede darse es el del muchacho con aptitudes limitadas que no alcanza los medios pedagógicos establecidos en el aula de la escuela ordinaria. Su comportamiento y aceptación de sí mismo es correcta aunque sufre por su futuro estando dispuesto a hacer los que le ordenen los adultos. En este caso es deseable cambiarlo de escuela e inscribirlo en otra donde las exigencias sean menores o en el caso de tener habilidades mecánico-manipulativas pensar que pudiera tener éxito en una formación profesional que no implica grandes esfuerzos de aprendizaje.
Otro de los casos es el adolescente que está en el límite de la normalidad intelectual pero con capacidad suficiente para ser consciente de sus limitaciones. Su buena fe y sumisión favorecen que los profesores le acepten y toleren en el aula ordinaria relacionándose más con compañeros/as de menor edad que con los de su propio grupo. En estos casos es aconsejable decidir lo justo y puntual en cada momento de la evolución del adolescente puesto que puede despegar en un momento dado.
Por último queda la situación del adolescente deficiente psíquico con un cociente intelectual muy por debajo del promedio y poco o nada consciente de sus limitaciones. En este caso son los padres y la escuela los que deben decidir su orientación profesional con oficios y estudios repetitivos y mecanizados, enseñanza personalizada ajustada a sus posibilidades reales etc.
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