Hay que distinguir tres tipos de niños pirómanos. Un primer grupo (el más numeroso) lo constituyen los pequeños que tienen una atracción especial por el fuego, como algo que los fascina. Aunque esta situación acontece en la mayoría de niños, a quienes les gusta encender cerillas y jugar con encendedores (descuidadamente puestos a su alcance),en el caso de los potenciales pirómanos la atracción es superior. El fuego es para ellos una misteriosa fuerza que los coloca en un peculiar estado de exaltación. Las actividades pirománticas de estos niños se efectúan en solitario o en grupo, pero siempre con la excitación de que están realizado algo prohibido.
El segundo tipo de pirómanos lo constituyen aquellos niños ya más mayorcitos que desean a toda costa ser centro de atención. Su actuación con el fuego es una calurosa llamada sin palabras para que se esté pendientes de ellos.
Habitualmente estos niños tienen dificultades en su relación y comunicación familiar. Les gusta jugar a aprendices de bomberos: primero hacen fuego y luego dan la voz de alarma, colaborando en su extinción. Es decir, que les gusta asumir el papel de héroes, aspirando a ser el comentario del día e, incluso, salir en los medios de comunicación.
El tercer grupo de niños pirómanos,son aquellos a quienes les gusta destruir por el simple hecho de destruir. Son los que habitualmente prenden fuego a los buzones y realizan otros delitos contra la propiedad. Estos niños son los únicos que merecen la denominación de auténticos “incendiarios”.
Frecuentemente estos niños presentan un retraso o una medianía intelectual y los actos de piromanía se asocian a otros delitos menores. En un alto porcentaje, la familia está desunida y los padres presentan trastornos de personalidad o con un comportamiento abiertamente delictivo.
Obviamente, los niños pirómanos, reiterados y claramente destructivos, precisan de asistencia paido-psiquiátrica.
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