Las estadísticas ponen de manifiesto que uno de cada 250 recién nacidos puede presentar alguna forma de cataratas responsables del 10 % de todas las pérdidas visuales. Así pues es de gran importancia el detectar precozmente tal anomalía en el recién nacido llevando a cabo el examen visual correspondiente.
Efectivamente, el descartar en el recién nacido la presencia de una catarata congénita es de gran importancia ya que ello puede evitar una perdida visual. Sin embargo, a menudo, no es fácil, llegar a un diagnostico correcto de catarata, pues ésta, en ocasiones, puede adoptar ciertas modalidades que lo impiden. En estos casos es necesario un exhaustivo examen ocular (bajo dilatación pupilar) para poder valorar correctamente el cristalino (lente situada en el interior del ojo que se vuelve opaca en caso de existir una catarata) para llegar a un diagnostico correcto. Tal ocasión puede aprovecharse para diagnosticar otras alteraciones si las hubiere. Las cataratas bilaterales congénitas al acompañarse de otras alteraciones visuales pueden empeorar su pronóstico.
El tratamiento de la catarata congénita debe ser precoz (antes de los dos meses) para así favorecer una visión correcta del niño consistiendo en sustituir el cristalino por una lente multifocal. Posteriormente deben implantarse lentes correctoras, entre otras terapias oculares, para facilitar una visión correcta.
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