La preparación del biberón es una tarea fácil y en realdad nada difícil de llevar a cabo aunque se requiere seguir una serie de normas al respecto indicadas por el pediatra (sobre todo aquellas que se refieren a los utensilios utilizados para tal misión y a las cantidades de agua y polvo recomendadas).
En un principio hay que tener a mano el equipo básico que va a utilizarse.
Por lo que se refiere a los biberones y tetinas hay que tener en cuenta que en el caso de que el recién nacido se alimente solo a base de biberón (lactancia artificial) es conveniente tener unos 6-8 biberones de diferentes tamaños (250-300 ml.) así como igual número de tetinas para irlas probando hasta que dar con aquella que el bebé se sienta cómodo con su tamaño y forma. También es preciso tener a mano un cazo para hervir el agua necesaria y conservar la restante. Como es lógico tampoco debe faltar la leche en polvo en polvo correspondiente indicada por el pediatra con su dosificador correspondiente y unos cepillos especialmente diseñados para la posterior limpieza del biberón una vez utilizado.
Antes de empezar a preparar el biberón es preciso que la persona que vaya a proceder a tal cometido lave todos los elementos a utilizar (biberón y tetinas) con agua caliente y jabón como paso previo para proceder a su esterilización utilizando uno del los métodos elegido para tal efecto (agua hirviendo o método tradicional, esterilizador de vapor eléctrico, microondas etc.).
El agua es otro elemento a elegir al preparar el biberón y para ello debe hervirse durante un minuto sin pasar de dos (contando siempre desde que el agua ha alcanzado el punto de ebullición). Luego hay que dejarla enfriar hasta que esté templada (a unos 40-45º C.). Ahora bien según el agua elegida no es necesario hervirla (no obstante se recomienda hacerlo como mínimo hasta que el bebé cumpla los cuatro meses). Por lo que respecta a las aguas embotelladas hay que tener en cuenta que no todas son aptas para el consumo del bebé (consultar la etiqueta).
Una vez el biberón ya se haya lavado y esterilizado se verterá dentro de él la cantidad adecuada de agua (indicada por el pediatra) pudiéndose guardar, si se desea, la restante en el frigorífico.
A continuación se abrirá el bote de leche en polvo y se llenara el cacito medidor que hay en su interior (procediendo con un cuchillo o borde de una cucharita a rasarlo para eliminar el exceso sobrante el cual nunca debe comprimirse) para ser vertido en el agua previamente introducida. El número de cacitos a verter debe estar en función de la cantidad de liquido (normalmente una medida rasa de leche en polvo por cada 30 c.c.de agua). Una vez llevada a cabo esta maniobra se enroscara el disco correspondiente y teniendo en cuenta que la leche en polvo y el agua deben disolverse correctamente se procederá a agitar el biberón (no hay que sacudirlo puesto que ello produciría espuma). Antes de administrarlo es preciso verter unas gotas en el dorso de la mano o la cara interna del antebrazo para comprobar la temperatura de la leche. La leche debe fluir a un ritmo regular y moderado. Nunca hay que conservar los restos de la toma.
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